martes, 2 de junio de 2009

Ten cuidado de ti mismo

La advertencia de Pablo a Timoteo es más pertinente que nunca en el día de hoy. Sin duda, el corazón del problema de la iglesia actual es el problema del corazón del liderazgo de estas. Y este, el corazón, es engañoso y perverso (Jer. 17:9). Por ello, la raíz del problema de la decadencia espiritual de la iglesia no hay que buscarla en el mundo y sus influencias, sino en aquellos que han sido llamados por Dios para guiar a los que el Señor ganó con su propia sangre (Hch. 20:28). Cuando el tema en cuestión se asoma delante de nosotros los más probable es que pensemos en aquellos que abiertamente han pervertido el evangelio mezclándolo con humanismo, positivismo o materialismo descarado. Seguramente a muy pocos se les ocurriría mirar dentro de su propio corazón. Sin embargo, eso es lo que Pablo está diciendo a Timoteo, "tu mayor problema eres tu mismo".

El internet está lleno de buenos blog y páginas que desnudan la realidad de los falsos profetas, lobos rapaces que no perdonan al rebaño y lo llevan cautivo hacia la perdición, y eso es muy bueno. Pero, ¡Cuanta falta hacen! aquellos sitios que nos llaman a mirar el fondo de nuestro propio corazón y reconocer la abundancia de maldad que aun se anida allí. La mayor parte de las veces estamos dispuestos y alertas ante cualquier amenaza externa que fácilmente se puede detectar, pero que indefensos nos sentimos cuando se trata de la amenaza interna. Este enemigo invisible es el que ha causado estragos, muchas veces, en las filas de buenos líderes que bajaron un momento la guardia y sintieron el rigor de la derrota. De ello se desprende la importancia y el valor que la "autocrítica" cobra cada día en nuestra vida cristiana.
La falta de ella está infectando la iglesia con inconsecuencia, superficialidad, falta de integridad e hipocrecía. Cada una de estas lacras, tan graves como la distorción de la sana doctrina, han pasado a ser la norma y no la excepción en las iglesias. Lo lamentable de esto es que estas cosas, tristemente, están siendo frecuentes entre aquellos que mantienen la sana doctrina en su enseñanza y predicación. Muchas veces se confunde integridad y solides espiritual con conocimiento de las Escrituras. Sin embargo, se pasa por alto que el conocimiento que sólo está en la cabeza lo único que hace es envanecer y no transformar la vida de la persona.
Por lo cual, se hace necesario, más que nunca en el día de hoy, humillar nuestro corazón delante de Aquel que lo conoce intimamente, y rogar, al igual que David:

"Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón, pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno" (Sal. 139:23-24).

la raíz primaria de "examinar" es, "penetrar" de ahí, indagar intimamente. Es presentarse delante de Dios continuamente y disponer nuestro corazón al escrutinio de Aquel cuyos ojos son como llama de fuego (Ap. 1:14). Ante su presencia estamos absolutamente expuestos, sin excusas ni argumentos, sin explicaciones ni máscaras que puedan esconder nuestra verdadera realidad. Este debe ser un ejercicio constante, es decir a Dios "examíname y sigue examinando mi corazón cada de día de mi vida".
"Probar" en el hebreo era una palabra cuya raíz primaria se usaba especialmente referida a la prueba de los metales que eran expuestos al fuego para su purificación (Job 23:10; Pr. 27:21).
De allí, probar para purificar. En consecuencia, lo que cada siervo del Señor debe rogar es que, develada su verdadera realidad y necesidad por medio de el íntimo examen hecho a la luz de la gloria de Dios, el mismo Señor lo ponga a prueba para purificar su carácter.
En su perfecta sabiduría y justicia el Señor "ve" hasta lo más escondido de nuestros pensamientos y sentimientos. Y establece si nuestro "caminar" (léase práctica continua, hábito) está o no de acuerdo con su voluntad.
Todas aquellas cosas, a las que hemos acostumbrado nuestra conciencia para que no nos acusen, quedan expuestas delante de El. Esto es, aparentemente, lo que muchas veces pasamos por alto en nuestra vida diaria y en el ejercicio de nuestros ministerios. Y es la causa de la falta de temor de Dios que se aprecia en la vida del liderazgo actual de la iglesia.
"Y guíame en el camino eterno" este es el corolario de la oración. Debemos pedir al Señor que nos conduzca por Su camino, el camino eterno. Aquel de las cosas que permanecen para siempre. Que nos ayude a sacar la mirada de las cosas perecibles, inmanentes y pasajeras. Puesto que esta mirada centrada en lo que está delante de nosotros es la que nos desvía del camino eterno y nos lleva a perder el propósito por el cual el Señor nos llamó a pastorear a sus ovejas.
"Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
y renueva un espíritu recto dentro de mí."
Salmo 50:10
Doulos

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