miércoles, 3 de junio de 2009

¡¡Volvamos a enseñar la Biblia!!

La predicación de la Palabra de Dios es el medio dado por Dios para cumplir su propósito: Para alcanzar al perdido "... ¿Cómo creerán en aquel de quién no han oído? ¿ y cómo oirán sin haber quien les predique?" Ro. 10:14; Para edificar a los creyentes "Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo..." Ro. 16:25 (1 Ts. 2:11-12); Para combatir la herejía "Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas" 2 Ti. 4:2-4.
El descuido de la iglesia en cuanto a la predicación bíblica a alejado a esta de su propósito esencial. La predicación ha sido cambiada por la parafernalia eclesiástica, el espectáculo, las luces de colores, los dramas y la entretención. Cuando no por los últimos descubrimientos de la pseudo ciencia de la sicología. Por ello, no es extraño encontrar verdaderas charlas motivacionales en lugar de una exposición clara y directa de las Escrituras. De esta forma se ha logrado atraer a multitudes a las iglesias que, no obstante, siguen estando muertos en sus delitos y pecados. Y, más aun, ahora convencidos erróneamente que su destino es el cielo. Simplemente porque la música, el circo, el entretenimiento y la sicología no pueden producir el nuevo nacimiento requerido para la salvación del pecador. Esto sólo lo puede lograr la simiente incorruptible de la Palabra de Dios que permanece para siempre (1 P. 1:23).
Del mismo modo el desprecio por la enseñanza de la Biblia está afectando gravemente el crecimiento de los verdaderos creyentes que aun subsisten en la iglesia. Puesto que estos no reciben la leche espiritual no adulterada (1 P. 2:2) necesaria para su crecimiento y fortalecimiento. no están siendo perfeccionados y capacitados para toda buena obra (2 Ti. 3:17). Y son como niños fluctuantes llevados de un lugar a otro por cualquier viento de doctrina (Ef. 4:14). La falta de convicciones es una verdadera epidemia dentro del cristianismo porque los aditivos carnales que han reemplazado la enseñanza bíblica en las iglesias no pueden nutrir adecuadamente al creyente, más bien lo debilitan y enferman. Y es, precisamente, este ambiente antibíblico el caldo de cultivo de toda doctrina engañosa y falsa.
Y esto, producto de que la única arma que Dios nos dejó contra la herejía ha sido despreciada y dejada de lado en la vida de la iglesia. Sin la predicación y la enseñanza de la Biblia las "nuevas revelaciones" proliferan como hongos. Y las fábulas y supersticiones populares pasan a ser doctrinas infalibles para la gente.

Por lo expuesto es evidente que necesitamos volvera a la Biblia. Disponer nuestra vida para "anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 p. 2:9) y proclamar, por todos los medios disponibles, a Cristo crucificado, tropezadero para algunos, locura para otros, pero para los verdaderos creyentes poder de Dios y sabiduría de Dios (1 Co. 1:23-24). Enseñemos a la gente la infalibilidad e inerrancia de la Biblia, así como su autoridad indiscutible en todo asunto de doctrina y práctica. De igual modo, su suficiencia para cualquier asunto de la vida o la piedad (2 P. 1:3).
Volvamos a enseñar sólo la Biblia. Porque sólo ella procede de Dios "Toda la Escritura es inspirada por Dios" (2 Ti. 3:16), es poder de Dios "¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?" (Jer. 23:29) y es la espada de Dios "... y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios" (Ef. 6:17). Porque procede de Dios trae consigo la semilla de la eternidad de tal maera que cuando cae en un terreno apto, previamente preparado por el Espíritu Santo, produce fruto de salvación cumpliendo así su propósito salvífico, porque es poder de Dios fortalece y edifica al creyente capacitándolo con poder para vencer la tentación y ser eficaz en la proclamación del evangelio cumpliendo de esta manera su propósito edificante, y porque es la espada de Dios da al creyente el arma necesaria para contender ardientemente por la fe una vez dada a los santos cumpliendo de esta forma su propósito combativo.

Como se aprecia, el propósito de alcanzar al perdido, sólo la Palabra de Dios puede lograr. Sólo la palabra de Dios es suficiente para edificar al creyente convenientemente, y sólo la Palabra de Dios es adecuada para combatir la herejia.

Doulos

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