"Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño,
sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio,
así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios,
que prueba nuestros corazones.
Porque nunca usamos de palabras lisonjeras,
como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo;
ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros,
ni de otros..."
1 Tesalonicenses 2:3-6
Esta es una de las necesidades más grandes de la iglesia actual. Siervos de Cristo dispuestos a pagar el precio que sea necesario con tal de decir la verdad de Dios.
El apóstol Pablo era uno de ellos, su mensaje era veraz, absolutamente inerrable, palabra fiel y digna de ser recibida por todos. Completamente puro, libre de contaminación o adición alguna. Y definitivamente transparente y sincero, sin dobleces ni segundas intenciones.
Estas tres características son propias del mensaje que cada siervo del Señor Jesucristo está llamado a predicar. Se debe estar consciente que no es nuestra opinión la que debemos proclamar, tampoco nuestra verdad o lo que la sociedad define como verdad, sino la única verdad absoluta, la verdad de Dios inmutable y trascendente. Por esta verdad vale la pena pagar cualquier precio que nuestra tarea demande. Por ello, se requiere también de portavoces veraces, que teman a Dios y no a los hombres y que busquen la gloria de Dios no el aplauso de los hombres.
Este tipo de siervos son los que escasean en el día de hoy. Es más fácil buscar agradar a los hombres y evitar su rechazo antes que ser fieles al Señor y pagar el precio.
Paul Washer hace un urgente llamado a los siervos de Cristo para que estén dispuestos a pagar el precio sea cual sea para que Cristo sea glorificado por la proclamación de su palabra.
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